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sábado, septiembre 24, 2011

La providencia en el estoicismo

Cierto es que el platonismo enseña el primero en desarrollar de raíz el pensamiento de la pronoia. Nada hay que no sea abarcado por la divinidad que todo lo gobierna y penetra (no sabemos de dónde ha venido la limitación de que Dios no se ocupa de todas las pequeñeces). Tampoco hay realidad alguna en la que no pueda manifestarse la pronoia como determinación de un destino (...)

Pero no debe separarse de la providencia universal el hado universal. Los planes de Dios son tan inmutables como su esencia y todo discurre como debe discurrir de acuerdo con la heimarmene (hado).

La cosmología estoica está dominada por un doble pathos que ha fascinado desde siempre. Donde la pronoia lo penetra todo, todo debe tener un sentido, y el filósofo puede sentirse allí bien guardado. La heimarmene es por el contrario una ley inevitable que sólo deja al hombre la libertad de obedecer espontáneamente o forzado, pero en todo caso tiene que obedecerla.

La teología cristiana ha aceptado sin reparos la pronoia estoica, pero no ha podido llegar a ningún arreglo con la heimarmene. En su enfrentamiento con ella, el cristianismo desarrolla la doctrina del "libre albedrío".

Olof Gigon. La cultura antigua y el cristianismo.

viernes, septiembre 16, 2011

Necesario

Se llama necesario (...) lo impuesto violentamente y a la violencia. Esto, a su vez, es lo que obstaculiza, o impide, en contra de la inclinación y de la elección: en efecto, lo impuesto violentamente se denomina "necesario" y, por ello, también "doloroso" (como dice también Eveno: "todo lo necesario es por naturaleza penoso"), y la violencia constituye un cierto tipo de necesidad (como dice también Sófocles: "la violencia me fuerza a actuar necesariamente así"), y la necesidad parece ser algo que no se deja persuadir, y con razón, ya que es lo contrario del movimiento que se ejecuta conforme a la elección y al razonamiento.

Además, lo que no puede ser de otro modo que como es, decimos que es necesario que sea así. (...) En efecto, de lo impuesto violentamente se dice que es necesario hacerlo o padecerlo cuando, a causa de la violencia ejercida, no se puede seguir la inclinación propia, como que la necesidad es precisamente aquello por lo cual no se puede actuar de otro modo.

Aristóteles. Metafísica, Libro V, capítulo 5

jueves, septiembre 15, 2011

¿Puede pecar alguien en aquello que no puede evitar?

(…) Sea cual fuere la causa que mueva a la voluntad, si no se la puede resistir, no hay pecado en ceder; mas, si se la puede resistir, no se ceda en ella, y no habrá pecado. ¿Que puede sorprendernos y engañarnos? Vivamos alerta, para no ser sorprendidos. ¿Que es tanta su astucia que no se puede precaver? Si así es, no puede haber pecado, porque ¿a quién podría argüirsele de pecado en aquello que no está en su mano evitar? ¿Hay pecado? Entonces es que se ha podido evitar.

(…) Hay también acciones reprobables ejecutados por necesidad, como cuando quiere el hombre obrar bien y no puede; de aquí lo que dicen también los sagrados libros: No hago el bien que quiero hacer, sino que hago el mal que no quiero; El querer está en mi mano, pero no está en mi poder el obrar bien. Pero todas estas expresiones son aplicables únicamente a los hombres definitivamente condenados a aquella muerte, la muerte del alma; porque si esta pena no fuera castigo del hombre, sino de la naturaleza, entonces ninguno de dichos actos sería pecado, porque si no deja de ser de aquella condición natural en que fue creado, de manera que no pueda ser mejor, entonces hace lo que debe cuando estas cosas hace.

(…)

Y no es de admirar que como consecuencia de la ignorancia no goce del libre albedrío de la voluntad para elegir el bien que debe obrar; ni debe extrañar tampoco que, debido a la resistencia que ponen los malos hábitos de la carne (…) le sea imposible llevar a la práctica lo que debe y quiere hacer; porque pena justísima del pecado es que cada cual pierda el don del cual no ha querido usar bien, cuando de haber querido, pudiera haberlo hecho sin dificultad alguna. Es decir, que es muy justo que pierda el conocimiento de lo que es bueno aquel que a ciencia y a conciencia no obra bien, y que el que no quiso obrar bien cuando podía, pierda el poder cuando quiera.

La ignorancia y la debilidad son realmente los dos castigos penales de toda alma pecadora. (…) Ahora bien, aprobar lo falso, tomándolo como verdadero, es equivocarse sin querer, y no poder abstenerse de hacer lo que piden las pasiones, a causa de la resistencia que oponen ellas y a causa de lo que atormentan los vínculos de la carne y de la sangre, no es propio de la naturaleza del hombre, criado por Dios, sino pena del condenado. Mas cuando hablamos de la voluntad libre que tenemos de obrar el bien, y que otorgó Dios al hombre, hablamos de aquella de la cual dotó dios al hombre cuando lo crió.

San Agustín, Del libre albedrío, III, 18, 50

domingo, septiembre 11, 2011

Norwegian Wood