Séneca: extractos de la Consolación a Marcia. Parte I
- Al igual que todos los vicios quedan profundamente enraizados si no se reprimen en cuanto se insinúan, así estas penas y desdichas, ensañándose consigo mismas, acaban alimentándose de la propia amargura, y el dolor se convierte en malsano placer del espíritu desventurado.
- Si los hados se dejan derrotar por las lágrimas, derramémolas; que se pase entre lamentos entero el día, que la noche sin sueño la tristeza consuma; que las manos se lancen sobre el pecho desgarrado e incluso ataquen el rostro y que esta aflicción tan provechosa se ejercite con todo tipo de crueldades. Pero si ningún llanto resucita a los muertos, si el destino inmutable y fijado para siempre no se altera ante la angustia y la muerte retiene todo lo que se ha llevado, que concluya el dolor que de nada sirve. Dominémonos, por tanto, y que no nos saque de quicio esa violencia.
- Mira qué violentas son las añoranzas de los animales y, sin embargo, qué efímeras: el mugido de las vacas se oye un día o dos y no duran más esos correteos sin rumbo ni razón de las yeguas: las fieras, cuando ya han rastreado las huellas de sus crías y recorrido completamente los bosques, cuando ya han vuelto varias veces a sus guaridas saqueadas, apagan su rabia en corto tiempo; los pájaros, aunque han estado haciendo un terrible estrépito alrededor de sus nidos vacíos, al momento reemprenden, ya calmados, sus vuelos. Ningún animal padece una larga añoranza de su cría, excepto el hombre, que colabora con su dolor y sufre no en la medida de sus sentimientos sino en la de sus convenciones.
- La escena se embellece con objetos prestados y retornables a sus dueños: unos se devolverán el primer día, otros el segundo, pocos permanecerán hasta el final. Así pues, no hay por qué envanecerse, como si estuviéramos situados entre posesiones nuestras: las hemos recibido en depósito. Nuestro es el usufructo, por un tiempo que regula el autor de la donación; nos conviene tener a punto lo que nos dieron hasta una fecha imprecisa y devolverlo sin quejas cuando nos citen: es de pésimo deudor organizar un escándalo a su acreedor.
- Venimos a caer bajo el imperio de la suerte, por demás férreo e invencible, para soportar a su capricho cosas merecidas e inmerecidas. Abusará de nuestros cuerpos sin tasa, insolentemente y sin piedad: a unos abrasará con los fuegos que les aplique, por castigo o por remedio; a otros cargará de cadenas (se lo podrá hacer unas veces a un extranjero, otras a un ciudadano); a otros arrojará desnudos por los mares desconocidos y, después de que hayan luchado contra las olas, ni siquiera los echará sobre un banco de arena o una playa, sino que los sepultará en el estómago de algún monstruo desmesurado; a otros, consumidos por diversos tipos de enfermedades, los mantendrá largo tiempo suspensos entre la vida y la muerte. Como ama veleidosa y antojadiza e indiferente con sus esclavos, se equivocará tanto en los castigos como en las recompensas.
- A casi nadie le corresponden grandes bienes y a la vez duraderos: no se mantiene ni alcanza el final más que la felicidad moderada.
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